Reunión del Grupo de Río
Con la presencia de 15 presidentes y jefes
de Estado y la representación de otros 4 que no pudieron asistir personalmente,
el 17 y 18 de agosto se realizó en Santiago de Chile la decimoquinta Cumbre del
así llamado “mecanismo de consulta y concertación regional latinoamericano”.
Según algunos diarios, en los debates “...
destacó la preocupación por la crisis económica que azota a la mayoría de las
naciones latinoamericanas, agudizada por la ‘paralización’ de los sistemas de
producción, los crecientes niveles de pobreza y la escasez de recursos para
atender los problemas sociales que reclama la población.” (La Jornada,
18 de agosto de 2001, p. 17).
De acuerdo con esta misma fuente, se convino
en que la integración y cooperación económica regional se oriente hacia tres
objetivos fundamentales: “la creación de empleos dignos, el acceso a una
educación con calidad y servicios de salud integrales para los sectores más
necesitados.”
Ricardo Lagos, presidente de Chile,
subrayó el compromiso de los gobiernos de “devolver a sus pueblos la confianza
en la democracia”. “No podemos, ni debemos ni queremos –dijo– ir a la
modernidad por el camino de la injusticia.” Lo que se requiere es fortalecer la
democracia. “Que lo oigan todos ¡Que nadie piense que en la región un golpe de
fuerza será legitimado por alguno de nosotros! ¡Nadie lo va a legitimar!”.
Acaso el mensaje más interesante fue el de
un grupo de indios chilenos, recogido en un documento que circuló en la primera
jornada, en el que se señala que “los pueblos indios siguen siendo objeto de
las más diversas formas de colonialismo, negación y usurpación de sus
derechos... y los gobiernos de América Latina siguen siendo ‘uniformantes y totalizantes’...”
Los pueblos indios exigen “reformas a los
sistemas jurídicos constitucionales, en las que se reconozcan sus derechos y
libertades...”
Entre los acuerdos adoptados por el Grupo
de Río destacan la aprobación de la Carta Democrática Interamericana de la OEA,
que se presentará en la reunión de Lima prevista para el 10 y 11 de septiembre;
el apoyo a Argentina, a la que está afectando severamente la crisis; la
petición al Grupo de los 8 –los países más industrializados–, de que impulsen
su crecimiento económico y contribuyan al financiamiento de los países en
desarrollo, tema sobre el cual se acordó realizar una próxima conferencia en
Monterrey, México.
Aunque como en otras reuniones, en
Santiago se habló mucho de democracia, quedó la impresión de que si bien se
repetía lo que a menudo se dice sobre la democracia formal representativa,
todavía se ve con reservas el avanzar hacia una democracia realmente
participativa. Y al subrayar que lo que se requiere para el desarrollo son
recursos, se declaró –y lo hizo en particular el presidente Fox, de México– que
“vamos a salir con una sola voz a buscarlos”.
El que Latinoamérica hable “con una sola voz” en las
conferencias internacionales puede ser, sin duda, importante; pero si lo que
más interesa es impulsar el ALCA y dejar en segundo plano una integración
regional genuinamente latinoamericana, es preferible que siga habiendo varias
voces. En otras palabras, si en adelante sólo se oirá una sola voz, esperamos
que no sea la más complaciente y débil, sino la que en verdad responda a los
mejores intereses de nuestros pueblos.