La reunión abordó el tema que
tenía asignado de modo preferente, el de la situación de la niñez y la
adolescencia en América Latina y, en otro orden, Mireya Moscoso se refirió en
sus discursos a la necesidad de un orden internacional más justo. Por otro
lado, en una declaración final, los mandatarios reafirmaron su compromiso de
defender la democracia y ajustarse a los principios de respeto a la soberanía y
a la integridad territorial de los países, y al derecho de cada pueblo a
construir libremente su sistema político, criticando la Ley Helms-Burton. Por
separado, los dirigentes latinoamericanos y españoles aprobaron cuatro
declaraciones: sobre un beneplácito por la recuperación del Canal de Panamá,
sobre un llamado para conmemorar los 150 años del natalicio de José Martí,
sobre las Malvinas y, finalmente, sobre una condena al terrorismo de “ETA”, que
mereció una objeción de la delegación cubana.
El análisis, aún somero, de los
documentos emitidos, revela en lo que atañe a los problemas de Panamá, que
éstos fueron tratados en forma abstracta, indirecta y vaga. Es de agradecerse
que exista complacencia generalizada entre los jefes de Estado que se reunieron
porque a fines de 1999, la administración de la vía interoceánica haya pasado a
manos panameñas. Pero lo que más nos interesa en este instante es su
solidaridad activa ante las nuevas y concretas formas de dominación que Estados
Unidos empezó a implementar contra nuestra nación. Con el cumplimiento de los
Tratados Torrijos-Carter salieron los soldados norteamericanos de nuestro país,
pero están tratando de volver con motivos y pretextos distintos de la defensa
de la vía interoceánica. Hace poco fracasaron con su proyecto de instalar un centro antidrogas en Panamá. Y ahora indujeron a los paramilitares
colombianos para que atacaran el humilde poblado de Nazareth, ubicado en la
provincia panameña del Darién. La idea es presionar para que Panamá se sienta
desamparada ante la violencia colombiana y permita la instalación de nuevas
bases norteamericanas en el país, que en el fondo reforzarán los proyectos del
Plan Colombia.
Este asunto no se trató
específicamente así en la X Cumbre pero aparecieron cuestiones inusitadas que
concentraron la opinión popular y que tuvieron como centro la figura del presidente
Fidel Castro. Su rechazo a apoyar en particular la condena al terrorismo
ejercido por la “ETA” sin aludir en general a las distintas formas de
terrorismo como la que se lleva a cabo contra Cuba fue bien entendido por el
pueblo panameño. Pero la tensión llegó a su máximo cuando se conocieron los
detalles de la denuncia que presentó Fidel, de que habían entrado al país, con
documentación falsa y la intención de asesinarlo, Luis Carriles Posada y otros
facinerosos, que pronto fueron detenidos. El plan consistía en colocar una
bomba de alto poder en la Universidad de Panamá el día que Fidel daría allí su
charla de tres horas ante un público numeroso y entusiasta.
Lo dicho fue lo más saliente de la X Cumbre. La lucha por la solución
de los problemas más ingentes de América Latina seguirá en distintos
escenarios, teniendo a la vista las novedades que pueda traernos este año la
celebración de la XI Cumbre, nada menos que en el Perú martirizado por Fujimori
y Montesinos, bajo el tema central de la identidad de los pueblos de la región.